Más importante que el arte de cantar
es el arte de encantar
Avantgardo
La ilusión no es tener un bronceado, es irse a broncear. En la ceguera entre los rayos UV, por un momento vislumbras la fantasía. Con la piel achicharrada y los pelos de punta, un príncipe te susurra. Lo que un día fue, no será. Con los límites desbordados y la mirada entreabierta, se escucha una balada que te deja la piel dorada.
El príncipe, cual sol, te endulza las manchas de amargura que ha dejado en ti la aspiración. Quiero perderme contigo como se pierde el horizonte.
Entre los goggles de bronceado se reconoce el espacio de la ausencia, el instante que permite el exceso, tal vez recuerdo, tal vez anhelo, que se siente tan tuyo como el de todos.
Te despoja en el abismo de una fantasía. ¿Quién necesita al sol? Parece que sólo la ilusión enfrente es eterna. Aún me quedan en mis manos primaveras. José José te encanta con una serenata mientras te has sepultado en una cama de bronceado. No te pierdes en la fantasía, ahí te encuentras de nuevo.
Espera un poco, un poquito más. Una puesta en escena, un sueño y un espectáculo, otra danza del lujo. La fantasía nos ofrece la promesa y los peligros del exceso. Ahí, donde se enfrenta y reconoce el espacio de la ausencia de límites, el ataud contiene parte del poder del sol, la cama de bronceado sirve para soñar y el Príncipe de la canción vuelve para asistirte en un spa mientras interpreta las mejores canciones de su repertorio. El alpiste que me dabas fue tan poco...
El lujo no aparece sin espectadores. Se reconoce en el deseo del otro y orienta al consumo como una forma de comunicación. La aspiración se muestra eterna y autosuficiente. La ostentación y la frivolidad habitan un tiempo cargado de pasado que hace un corte en el tiempo sucesivo y parece detenerlo, porque sólo podemos nombrar la voluptuosidad después de haberla presenciado. Cuando la aspiración quiere redimirse, sólo nos permite gozar del deseo mismo, fantasear para la supervivencia. Grietas tiene el alma porque nada es para siempre, que hasta la belleza cansa.
Pedro Alvarez